Se llama bufón al truhan o gracioso que con sus palabras, acciones y chocarrerías tenía por oficio hacer reír a los poderosos y hacerles llegar a la realidad riéndose de ellos y haciéndoles sentir con una persona más del mundo. Según algunos se les llama así porque, entre las gracias que hacían durante sus actuaciones, se añadía un ruido como de bufido. Mayormente solía ser gente con unas características físicas anormales, fuera de lo habitual: jorobados, enanos, etc, y se solían reír de ellos más por sus defectos que por sus chistes y devaneos.
El uso y mantenimiento de los bufones se había introducido entre los señores y reyes de la Edad Media y desde los primeros tiempos de ésta, como lo prueba el hecho de que Atila llevaba uno en sus correrías. Cada castillo tenía su bufón y llegaron a adquirir verdadera importancia. Se les vio en Alemania tomar parte en las conspiraciones, en las guerras, en las fiestas de aquella época caballeresca, sobrepasando con frecuencia en valor a los más ilustres caballeros. Kurtz van den Rosen, uno de los cómicos de Maximiliano penetra en la prisión de su amo y le salva a fuerza de valor y serenidad. No es extraño que los sacerdotes consagrasen sentidas oraciones fúnebres a estos antiguos payasos.
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